El Cucurril. La seta más querida de Sanabria que conquista el otoño con su sabor y su historia

Ahora que llegan las primeras lluvias del otoño el monte se viste de gente en busca de las preciadas setas... y en especial de nuestro querido "cucurril".

El “Cucurril”, el tesoro de las praderas sanabresas

Hay sabores que se quedan grabados desde niños. En Sanabria, uno de ellos tiene nombre propio: el cucurril, aunque los libros lo llamen parasol o Macrolepiota procera.
Quien haya crecido en estas tierras sabe que no hay otoño sin ese paseo por las praderas húmedas, buscando entre el matorral bajo ese sombrero grande y elegante que asoma entre el verde.

Y es que el cucurril no es solo una seta: es casi un ritual.
Salir con la cesta de mimbre, notar el frescor de la mañana, levantar la vista y ver cómo la niebla se abre sobre el Lago de Sanabria… todo forma parte de la experiencia. Cada hallazgo es una pequeña alegría, una especie de premio que conecta con la infancia y con esa tradición que pasa de abuelos a nietos sin manuales ni recetas escritas.

Dónde aparece el cucurril

El cucurril prefiere las zonas abiertas, los pastos y praderas con algo de matorral bajo. Suele salir cuando las lluvias han sido generosas y el suelo guarda esa humedad justa que perfuma el aire.
En esas mañanas en que el rocío aún brilla sobre la hierba, es fácil encontrarlo erguido, con su sombrero moteado y su tallo largo, como si vigilara el campo.

Cómo disfrutarlo en la cocina

Pocos ingredientes piden tan poco para brillar.
La forma más sencilla —y probablemente la más deliciosa— es a la sartén, con apenas un chorrito de aceite y un pellizco de sal.
La carne del cucurril queda tierna, con ese toque ligeramente a nuez que recuerda al monte húmedo y al fuego bajo.

Pero si hay una versión que despierta unanimidad entre los sanabreses, es la que se hace a la brasa.
Se coloca el parasol abierto, con el sombrero hacia arriba, sobre las ascuas. En su interior se echa un poco de unto o aceite, una pizca de sal y pimentón.
El resultado... bueno, basta cerrar los ojos para imaginarlo: el aroma, el crepitar del fuego y ese sabor que, aunque cambien los años, siempre sabe a casa.

❤️ Más que una seta

El cucurril es parte del paisaje y del alma de Sanabria.
Aparece cuando el otoño empieza a dorar las montañas y los pueblos huelen a leña recién encendida. Es una de esas pequeñas joyas que hacen que la gente vuelva al campo, al paseo lento, a mirar el suelo con paciencia y con ilusión.

Y quizá por eso, cuando los sanabreses hablamos del cucurril, no lo hacemos solo como una seta.
Hablamos de recuerdos, de familia, de ese vínculo con la tierra que nos recuerda de dónde venimos.