
El domingo de ese fin de semana, se desarrolla, por las calles de la Villa, la Romería de "La Carballeda". Hay gran cantidad de puestos que se montan por las calles en torno al santuario de la Virgen. Lo más típico son los puestos donde se come pulpo cocinado en potas de bronce. También se comen almendras garrapiñadas, avellanas, frutos secos y escabeche.
Hay misas todo el día, pero la Misa Mayor es a las 12:00. Después hay una procesión de La Virgen alrededor del santuario. La tradición hace que todo el mundo quiera tocar el manto de La Virgen entre gaitas, tamborileros y cohetes.
Por las noches hay verbenas y bailes. Y el lunes "se entierra el pulpo" como símbolo de que la fiesta se acaba.
La devoción a Ntra. Sra. de la Carballeda nació hacia la Edad Media con la construcción de un pequeño templo prerrománico que posteriormente sufrió varias modificaciones hasta llegar a ser el magnífico Santuario que es hoy en día, una mezcla de muchos estilos arquitectónicos.
La talla de la Virgen data del siglo XIII y es propiedad de la Cofradía de los Falifos, una de las más antiguas de España y una de las más relevantes en el Camino de Santiago. Al ser la Cofradía una institución eminentemente social entre sus funciones estaban: dar ayuda y cobijo a peregrinos del Camino de Santiago, necesitados, niños y ancianos, organizaba y distribuía rentas, proporcionaba la dote para el matrimonio a doncellas pobres, dirigía asilos y hospitales, mejoraba caminos, calzadas y puentes, cuidaba y educaba niños expósitos que el sacristán recogía de las dos cunas de piedra que aún hoy se conservan a ambos lados del atrio del Santuario. Para el desarrollo de estas funciones, durante siglos, fueron importantes: los falifos, las donaciones, rentas y otros bienes. Los "falifos" hacen referencia a las prendas de mayor valor de las que disponían los cofrades y que sus familias entregarían a la cofradía tras su fallecimiento para una posterior subasta. Posteriormente, esto, fue sustituido por su valor aproximado en monedas. La entrega del "falifo", que actualmente puede ser entregado también en vida, ha sido y sigue siendo la única obligación del cofrade a cambio de privilegios espirituales consignados en los estatutos.
El día grande de la fiesta, en el pórtico del santuario, los cofrades falifos, venden novenas, recuerdos y demás artículos relacionados con la Virgen.
Escrito el 15/09/2013. Autor: sanabria29

Fuentes de la época nombran una construcción peculiar que denominaban como la Casa del Lago, enclavada en el Lago de Sanabria. Diversos documentos apuntan a la existencia de un Palacete en medio del Lago, lo que parece indicar que ésta construcción se situaba en la "Isla de las Moras". Varias prospecciones evidencian el apilamiento intencionado de piedras en torno a un afloramiento rocoso natural que sirvió de base. Si bien, es difícil imaginar un edificio como el descrito en un lugar de reducidas dimensiones como es la "Isla de las Moras" a no ser que en épocas anteriores el nivel del agua fuera inferior o que esta isla tan sólo fuera un apéndice lúdico del edificio principal situado en la orilla. Si realmente la construcción se alzó sobre el islote la complejidad técnica y el esfuerzo humano debió ser enorme. Algunos autores de la época hablan de artesanados de oro lo que evidenciaría el lujo con el que contaba el Palacio.
Parece ser, que el Cuarto Conde de Benavente, Rodrigo Alonso de Pimentel, dueño y artífice del Castillo de Puebla de Sanabria también lo fue de éste palacete. El posible uso que los Condes pudieron dar a este curioso edificio no está muy claro. Lo más probable es que tuviera una finalidad puramente simbólica del poder del Conde y fundamentalmente de recreo, haciendo las veces de pabellón de pesca.
La construcción debe considerarse contemporánea a la del Castillo de Puebla de Sanabria, cuyo núcleo central de los trabajos se desarrollaron entre 1477 y 1482. Cabe además la posibilidad, en base a razones de proximidad geográfica, que el maestro Juan de Herrada, responsable al menos de la torre del homenaje del castillo ("El Macho"), pudiera haber participado de alguna manera en la Casa del Lago.
Posteriormente el palacete fue cedido a los monjes del Monasterio de San Martín de Castañeda a los cuales se les otorgaba la libertad para allanarlo o derribarlo, o destinar su fábrica a cualquier uso. Tal vez la abadía cisterciense mantuvo aquí alguna infraestructura elemental, formando parte del aprovechamiento pesquero del Lago.
La escasa documentación sobre la existencia de este Palacete y el origen verdadero de la "Isla de las Moras" dan rienda suelta a múltiples elucubraciones al respecto e incrementa el misticismo que esta isla crea en el Lago de Sanabria. Corre la creencia de que un túnel comunicaba la isla de Las Moras con el Monasterio de San Martín de Castañeda. Así, durante la espantosa Inquisición, a los herejes se les conducía por este pasadizo hasta el islote donde ejecutaban su sentencia de muerte. También se dice que para la construcción del palacete se bajó de nivel del agua del Lago y, al quedar la roca con menos agua, pasaron a la isla las piedras desde Ribadelago con carros.
Fuentes:
- Notas sobre "La Casa del Lago" del Conde de Benavente: A propósito de un pergamino del Archivo Histórico Provincial de Zamora. Autor: Rafael González Rodríguez. Revista Brigecio, nº 9, 1999. Centro de Estudios Benaventanos "Ledo del Pozo".
- Un baño de misterios y leyendas: La Opinión de Zamora.
Escrito el 26/06/2013. Autor: sanabria29

Durante millones de años el agua, es sus diversas formas, ha ido modelando el paisaje Sanabrés y Carballés formando lago, lagunas, circos, morrenas, gargantas, ríos, valles, cerros, sierras, etc. Sin ninguna duda el agua es la esencia de Sanabria y Carballeda.
La vida en Sanabria y Carballeda, como en la mayor parte del mundo, gira en torno al agua. Así, los asentamientos de población se producían en lugares donde el aprovechamiento del agua era más sencillo. La mejor accesibilidad del agua suponía mayor importancia socioeconómica. La construcción, mantenimiento y optimización de los sistemas hidráulicos, junto con el reparto del agua y su total aprovechamiento, constituían tareas básicas de los habitantes de esta tierra, desarrollándose una cultura material en torno al agua. En la actualidad, el tiempo y la desidia la ponen en peligro y con ella el legado de sensibilidad y buenos modos.
Normalmente cada pueblo disponía de un molino harinero. Estos solían ser propiedad del pueblo o sociedad de vecinos, algunos eran privados y para poder utilizarlos debías pagar con parte del grano a moler. Asociados a estos molinos existían otras construcciones: azudes y canales de derivación del agua. Típicamente eran pequeñas construcciones de piedra con austeros tejados de pizarra. Existían dos tipos de molinos: maquileros asociados a ríos de caudal más o menos constante y de aspecto más “industrial” permitían moler durante todo el año y los molinos rastreros situados en riachuelos y torrentes que normalmente solo funcionaban en épocas favorables. El paisaje de ambas comarcas están salpicados por la presencia de estas construcciones muchas de ellas recuperadas. El Molino de San Miguel con su llamativo tejado de paja es un ejemplo de ello.
Los pueblos también solían disponer de lavaderos abastecidos por el agua de fuentes que servían también para el consumo humano. Lavar la ropa no era la única función de estos lugares, las mujeres mientras lavaban conversaban y cantaban convirtiéndose en espacios sociales. La presencia de estas construcciones asociadas al agua no son muy abundantes, es posible encontrarlas donde el río o arroyo dista mucho de los núcleos urbanos. En Robledo de Sanabria encontramos un bello ejemplo.
Las huertas y praderas Sanabresas y Carballesas también presentan construcciones para el aprovechamiento del agua. Es habitual que los cultivos y pastos estuvieran regados por canales de agua provenientes de ríos y arroyos. Pero también era habitual regar con el agua de pozos abiertos y fuentes. También había "pozas" artificiales que recogían el agua proveniente de una o varias fuentes naturales durante toda la noche, y por la mañana se abrían (quitando los terrones de tierra que tapaban su salida) para el riego.
Debemos también hacer mención a la cantidad de fuentes que inundan nuestra geografía. Fuentes de aguas frescas y cristalinas que abastecieron durante años (y lo continúan haciendo) a los habitantes de estas tierras y sus ganados. Tanto es el valor que se les atribuía, que la mayor parte de los manantiales están bajo el amparo de sencillas, pero a la vez grandiosas, construcciones de alto valor etnogáfico.
Existen también en esta tierra aguas con propiedades curativas y medicinales entorno a las cuales surgieron en los últimos siglos construcciones que aprovechaban su atractivo. Aún se conservan los restos de las bañeras donde se tomaban los baños de aguas sulfurosas en los maltrechos balnearios de Bouzas a orillas del lago y en Cobreros. También quedan restos del que fue uno de los balnearios más grandes e importantes de Sanabria, el Balneario de Calabor, sus aguas surgen de las entrañas de la tierra a 27 ºC.
En definitiva, en ambas comarcas aún podemos disfrutar de estas y otras sorprendentes construcciones ligadas a los usos y aprovechamientos del agua que nos permitirán recordar el pasado y apreciar como el hombre explotaba los recursos en un equilibrio casi perfecto con el entorno.
Escrito el 19/03/2013. Autor: cifuentes

Con sólo 14 años, en aquella España enlutada por la guerra, comenzó a soplar Julio Prada la gaita de fole en cuantas fiestas, bodas y danzas se celebraban por Sanabria. Aquella gaita la había construido don Paco, el carpintero de Santa Cruz de Abrahanes, que se la entregó a la familia Prada como pago por la carne de un ternero.
El empeño de folcloristas como Alberto Jambrina y Pablo Madrid, vinculados a la Escuela de Folklore del Consorcio de Fomento Musical de Zamora, logró popularizar el trabajo de Prada mucho más allá de las montañas que le vieron nacer. Jambrina relata cómo aquel gaitero mayor y completamente autodidacta fascinó al famoso etnógrafo Joaquín Díaz cuando le visitó en compañía de una doctora de una universidad estadounidense.
"Julio ha sido mucho más que la figura de ese músico tradicional que, como el cura y el tonto, había en todos los pueblos", resalta el gaitero José María Climent, que ha interpretado numerosas obras del repertorio de Prada. "Era todo un personaje, un hombre muy respetado porque siempre sabía qué y cuándo tocar. Y, lejos de limitarse a las jotas, corridos, pasacalles y alboradas del repertorio sanabrés, supo recrear, a golpe de pura intuición, otras piezas ajenas como romances, tonadas y cantos de siega".
De entre los cientos de obras que Prada almacenaba en su memoria, la Jota chaconeada alcanzó gran popularidad cuando fue rescatada por el grupo La Musgaña, con la colaboración de Radio Tarifa, para su álbum En directo (1997). Esa misma pieza cruzó los Pirineos gracias a los bretones Bagad Kemper en el disco Sud-ar su. El Consorcio de Fomento Musical escogió la Alborada sanabresa de Prada para inaugurar la Europeade celebrada en Zamora en 2001. Y Climent asegura que el compositor japonés Ryuichi Sakamoto intercaló un corrido lento, La bicha, en la extensa partitura para la inauguración de los JJ OO de Barcelona 92.
El legado de este, por antonomasia, Gaitero de Sanabria, también queda inmortalizado en algunas ediciones de la discográfica Tecnosaga, como los dos volúmenes (La tradición musical en España, números 28 y 29) dedicados a la música tradicional sanabresa y el disco monográfico El gaitero de Sanabria, para el que don Julio registró 17 interpretaciones; entre ellas, La bicha, Jota chaconeada, Alborada sanabresa o El mandil de Carolina. "Fue un hombre humilde y sabio, nuestro último gaitero viejo", resumía el zanfonista Rafa Martín, que también adaptó piezas del repertorio de Prada para su disco En la espalda del gigante (2002).
Autor y fuente: Fernando Neira, El País
Escrito el 08/01/2013. Autor: cifuentes