En primer lugar hay que tranquilizar a la víctima, haciéndole ver que hoy se dispone de medios suficientes para salvarle.
Después hay que cerciorarse de que los trastornos se deben a la ingestión de setas. Es muy importante hacer un interrogatorio que consiga el mayor número posible de pistas sobre ello: clases distintas de setas tomadas, estado de los ejemplares cuando se consumieron, si se comieron crudos o cocidos, si se aprovechó el caldo o no, cantidad ingerida, número de veces que se comieron y con qué intervalo, otros alimentos o bebidas que se tomaron, tiempo transcurrido, síntomas, número de personas afectadas. Pero la pregunta fundamental es cuánto tiempo ha transcurrido desde que comieron las setas hasta que empezaron a sentirse mal. Si este período de incubación ha sido breve (por ejemplo menos de 4 horas) suele bastar con llamar al médico que corresponda, pero si la incubación ha sido de más de 6 horas, hay que llevar rápidamente al intoxicado a un hospital, sea cual sea su estado.
Mientras llega el médico o la ambulancia, lo único que se puede hacer en casa es rehidratar a la víctima dándole de beber suero fisiológico (venden en las farmacias preparados que se disuelven en agua y se absorben rápidamente por el intestino), o agua en la que se ha disuelto un poco de sal (unos 8 gr. por litro) y un poco de azúcar. También se puede dar de vez en cuando carbón activado (que se compra en la farmacia).
También se puede ganar tiempo intentando averiguar la especie de seta que causó la intoxicación pues el tratamiento que aplique después el médico ha de ser distinto según la especie causante. Para ello sólo tendremos los datos que nos haya proporcionado el interrogatorio sobre el aspecto de los hongos consumidos, pero normalmente las víctimas no sabrán comunicarnos características botánicas precisas; está claro que se trata de personas poco observadoras o que no conocen bien las setas, pues si las conociesen no las habrían comido.
A veces se consigue algo mostrándoles buenas fotografías o láminas (que se deben tener previamente dispuestas) de las especies tóxicas, para que digan a cuál se parecía la que comieron. Si es posible, se deben buscar restos de las setas consumidas en el sobrante de la comida, en el frigorífico o incluso en el cubo de la basura. Si hay suerte, se podrán encontrar algunos ejemplares frescos yendo al mismo lugar en que fueron recogidas, para que el enfermo las reconozca como iguales a las que comió.
De lo anterior se deduce que, en la mayoría de los casos, suele haber muy pocos datos para averiguar la especie de seta que comió la víctima y esos datos no pueden ser interpretados con aprovechamiento por personas no profesionales. Por ello, es necesario que, antes de actuar, el médico consulte a un micólogo experto, si él mismo no lo es. En las sociedades micológicas pueden informar al respecto.