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¿Las setas comestibles pueden producir trastornos?

¡En efecto! Las setas comestibles también pueden causar trastornos en ocasiones.

Diversas especies son sencillamente indigestas para personas de aparato digestivo delicado. También son frecuentes los casos de alergia a Armilluria mellea, Lepinta rhacodes, Lepista nuda y R. panaeolus. Otras veces se debe a la ingestión de setas en mal estado, ejemplares viejos, parasitados o alterados por insectos, heladas, lluvias prolongadas; permanencia prolongada en bolsas de plástico, donde fermentan; estancia en congelador, etc., pues en tales condiciones cualquier seta puede convertirse en tóxica al producir ptomaínas y otras sustancias indeseables, como le sucede a la carne.

Las setas son alimentos de los que no se debe abusar, pero muchas indigestiones achacadas a las setas se deben sólo a la gula, a salsas fuertes e incluso a la sugestión (es sabido que el temor causa trastornos intestinales).

No se deben comer setas crudas (a pesar de que son muy corrientes las recetas culinarias para ensaladas). Tampoco se deben consumir setas que crecen a menos de 50 metros de autopistas o calles de mucho tráfico, pues almacenan plomo procedente de los gases que salen del tubo de escape de los automóviles.

Recientemente se ha descubierto que las setas almacenan también otros metales pesados (mercurio, cadmio, etc.) incluso en sitios sin contaminación directa, por lo que no deben consumirse en grandes cantidades; hay que pensar que tales metales son tóxicos y se eliminan difícilmente por el organismo humano. Las partes de la seta más ricas en estos metales son las láminas, los tubos del himenio y la cutícula del sombrero, por lo que estas partes conviene eliminarlas. En cuanto a las especies que más metales pesados almacenan, destacan las del género Agaricus. Teniendo en cuenta todo ésto no se debería de ingerir más de cuarto kilo de setas por semana.



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